"El teatro es la poesía que se levanta del libro y se hace humana. Y al hacerse humana, habla y grita, llora y se desespera. El teatro necesita que los personajes que aparezcan en la escena lleven un traje de poesía".

Después de la emoción de ver la espléndida actuación y del abrazo del reencuentro tras dos años no podía contener el interés por conocer qué le provocó la revelación del arte de la escena. Quería reseñar sus palabras, pero no me resisto a transcribirlas casi literalmente: "Siempre había estado detrás de una cámara y nunca delante del público... pero me ayudaste a entender la literatura como arte, a verla como una catedral o un cuadro, a ver a un escritor como un arquitecto. El teatro no es solo la historia que un artista escribió, es la historia que no se escribe y que está detrás del guion (el teatro es la literatura que se vive)".
No hubiese sabido explicarlo mejor... Hoy el teatro, a través de los ojos de Gabriel, me ha enseñado a mí una lección esencial: la vida dedicada a la enseñanza de la literatura tiene el sentido de lo sublime, de lo que impacta y emociona de modo conmovedor (a pesar del cierto trasfondo frustrante o incluso trágico en ocasiones). La literatura, hecha ojos, miradas, corazón y sangre que nos impulsa a seguir adelante con la ilusión y la llamada de esa voz hermosa y cadencial que se proyecta esta tarde desde el escenario y que porta la revelación de que la vida son sueños, arte y, en fin, literatura.